Luego de
haber colocado los evangelios
apócrifos y la revelación privada de beata Ana
Catalina, es necesario destacar
algunos elementos que
hacen interesante estos relatos.
Ya sea
que provienen de una misma
fuente y han sido adaptados o
bien por ser copias modificadas al gusto de
cada escritor.
El
evangelio de la Natividad de María se
presenta como un libro de autor anónimo,
probablemente del siglo IX. Relata la
vida de San Joaquín y Santa Ana, el nacimiento de la Virgen, desarrollándose hasta
el momento del nacimiento de
Cristo. También se encuentra el protoevangelio de Santiago escrito
aproximadamente en el año 150, y
presentado como si Santiago fuese su autor.
De este libro, en que se
desarrollan muchas escenas han optado los artistas
e incluso los otros
evangelios apócrifos de la
infancia para plasmar lo que pudo haber
sido la vida
de la Virgen y de Jesús; y que no
está contenido en los Evangelios.
El
evangelio del pseudo Mateo es posterior
al siglo V, tal vez de
mediados del siglo VI. De tal
manera que estos
dos textos han
bebido del protoevangelio. Colocaremos algunos
aspectos interesantes de estos
tres para mostrar
las similitudes en cuanto a
la historia que presentan.
Episodio
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Protoevangelio
Santiago
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Evangelio Pseudo
Mateo
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Evangelio de la
Natividad de María
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Presentación de ofrenda de Joaquín en el templo
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Y, habiendo llegado
el gran día del Señor, los hijos de Israel aportaban sus ofrendas. Y Rubén se
puso ante Joaquín, y le dijo: No te es lícito aportar tus ofrendas el
primero, porque no has engendrado, en Israel, vástago de posteridad.
Y Joaquín se
contristó en gran medida, y se dirigió a los archivos de las doce tribus de
Israel, diciéndose: Veré en los archivos de las doce tribus si soy el único
que no ha engendrado vástago en Israel. E hizo perquisiciones, y halló que
todos los justos habían procreado descendencia en Israel. Más se acordó del
patriarca Abraham, y de que Dios, en sus días postrimeros, le había dado por
hijo a Isaac.
Y Joaquín quedó muy afligido, y no se
presentó a su mujer, sino que se retiró al desierto. Y allí plantó su tienda,
y ayunó cuarenta días y cuarenta noches, diciendo entre sí: No comeré, ni
beberé, hasta que el Señor, mi Dios, me visite, y la oración será mi comida y
mi bebida.
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Y sucedió que, un
día de fiesta, Joaquín se encontraba entre los que tributaban incienso y
otras ofrendas al Señor, y él preparaba las suyas. Y, acercándose un escriba
del templo llamado Rubén, le dijo: No puedes continuar entre los que hacen
sacrificios a Dios, porque éste no te ha bendecido, al no otorgarte una
posteridad en Israel. Y, habiendo sufrido esta afrenta en presencia del
pueblo, Joaquín abandonó, llorando, el templo del Señor, y no volvió a su
casa, sino que marchó adonde estaban sus rebaños, y llevó consigo a sus pastores
a las montañas de una comarca lejana, y, durante cinco meses, su esposa Ana
no tuvo ninguna noticia suya.
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Y, en aquella época,
Isachar era Gran Sacerdote. Y, habiendo visto a Joaquín con su ofrenda, en
medio de sus conciudadanos, lo miró con desprecio, y desdeñé sus presentes,
preguntándole por qué él, que no tenía hijos, se atrevía a estar entre los
que eran fecundos. Y le advirtió que, habiéndolo Dios juzgado indigno de
posteridad, no podían serle aceptos sus presentes, por cuanto la Escritura
dice: Maldito sea quien no engendre hijos en Israel. Y lo conminó para que se
librase de esta maldición, creando una progenitura, porque sólo entonces le
sería lícito acercarse, con sus ofrendas, a la presencia del Señor.
Y este reproche que
se le lanzaba cubrió de extremo oprobio a Joaquín, el cual se retiró al sitio
en que estaban sus pastores con sus rebaños. Y no quiso volver a su casa,
temiendo sufrir los mismos reproches de sus comarcanos, que habían asistido a
la escena, y que habían oído al Gran Sacerdote.
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Aparición del ángel
a Santa Ana
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Y he aquí que un
ángel del Señor apareció, y le dijo: Ana, Ana, el Señor ha escuchado y
atendido tu súplica. Concebirás, y parirás, y se hablará de tu progenitura en
toda la tierra. Y Ana dijo: Tan cierto como el Señor, mi Dios, vive, si yo
doy a luz un hijo, sea varón, sea hembra, lo llevaré como ofrenda al Señor,
mi Dios, y permanecerá a su servicio todos los días de su vida.
Y he aquí que dos mensajeros llegaron a
ella, diciéndole: Joaquín tu marido viene a ti con sus rebaños. Porque un
ángel del Señor ha descendido hasta él, diciéndole: Joaquín, Joaquín, el
Señor ha oído y aceptado tu ruego. Sal de aquí, porque tu mujer Ana concebirá
en su seno.
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Y, a punto de
terminar su clamor dolorido, he aquí que de súbito apareció ante ella un
ángel del Señor, diciéndole: No temas, Ana, porque en el designio de Dios
está que salga de ti un vástago, el cual será objeto de la admiración de
todos los siglos hasta el fin del mundo. Y, no bien pronunció estas palabras,
desapareció de delante de sus ojos. Y ella, temblorosa y llena de pavor, por
haber tenido semejante visión, y por haber oído semejante lenguaje, se echó
en el lecho como muerta, y todo el día y toda la noche permaneció en oración
continua y en terror extremo.
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Y después apareció a
Ana su esposa, diciéndole: No temas, Ana, ni imagines que es un fantasma lo
que ves. Yo soy el ángel que ha llevado vuestras oraciones y vuestras
limosnas a la presencia de Dios, y que ahora he sido enviado a vosotros para
anunciaros el nacimiento de una hija, que se llamará María, y que será
bendita entre todas las mujeres. Llena de la gracia del Señor desde el
instante de su nacimiento, permanecerá en la casa paterna durante los tres
años de su lactancia. Después, consagrada al servicio del Altísimo, no se
apartará del templo hasta la edad de la discreción. Y allí, sirviendo a Dios
día y noche con ayunos y con plegarias, se abstendrá de todo lo que es
impuro, y no conocerá varón jamás, manteniéndose sin tacha, sin corrupción,
sin unión con hombre alguno. Empero, virgen, parirá un hijo, y, sierva,
parirá a su Señor, el que será por gracia, por título, por acción, el
salvador del mundo.
Así, pues,
levántate, sube a Jerusalén, y, cuando llegues a la llamada Puerta Dorada,
allí, a manera de signo, encontrarás a tu esposo, sobre cuyo paradero anda
inquieta tu alma. Y, cuando hayan sucedido estas cosas, lo que yo te anuncio
se cumplirá al pie de la letra.
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La puerta dorada
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Y he aquí que
Joaquín llegó con sus rebaños, y Ana, que lo esperaba en la puerta de su
casa, lo vio venir, y, corriendo hacia él, le echó los brazos al cuello,
diciendo: Ahora conozco que el Señor, mi Dios, me ha colmado de bendiciones;
porque era viuda, y ya no lo soy; estaba sin hijo, y voy a concebir uno en
mis entrañas. Y Joaquín guardó reposo en su hogar aquel primer día.
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Y, después de
caminar treinta días, cuando se aproximaban ya a la ciudad, un ángel del
Señor apareció a Ana en oración, diciéndole: Ve a la llamada Puerta Dorada,
al encuentro de tu esposo, que hoy llega. Y ella se apresuró a ir allí con
sus siervas, y en pie se puso a orar delante de la puerta misma. Y aguardé
largo tiempo. Y se cansaba y se desanimaba ya de tan dilatada espera, cuando,
levantando los ojos, vio a Joaquín, que llegaba con sus rebaños. Y corrió a
echarle los brazos al cuello, y dio gracias a Dios, exclamando: Era viuda, y
he aquí que no lo soy. Era estéril, y he aquí que he concebido. Y hubo gran
júbilo entre sus vecinos y conocidos, y toda la tierra de Israel la felicité
por aquella gloria.
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Así, pues,
levántate, sube a Jerusalén, y, cuando llegues a la llamada Puerta Dorada, allí,
a manera de signo, encontrarás a tu esposo, sobre cuyo paradero anda inquieta
tu alma. Y, cuando hayan sucedido estas cosas, lo que yo te anuncio se
cumplirá al pie de la letra.
Y, obedeciendo al mandato del ángel, ambos
esposos, abandonando uno y otro los parajes respectivos en que estaban,
subieron a Jerusalén. Y, al llegar al lugar designado por el oráculo del
ángel, se encontraron mutuamente. Entonces, gozosos de volver a encontrarse,
y poseídos de confianza en la verdad de la promesa de que tendrían
descendencia, rindieron acción de gracias bien debidas al Señor, que exalta a
los humildes.
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Natividad de María
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Y los meses de Ana
se cumplieron, y, al noveno, dio a luz. Y preguntó a la partera: ¿Qué he
parido? La partera contestó: Una niña. Y Ana repuso: Mi alma se ha
glorificado en este día. Y acostó a la niña en su cama. Y, transcurridos los
días legales, Ana se lavó, dio el pecho a la niña, y la llamó María.
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Y nueve meses
después, Ana dio a luz una niña, y llamó su nombre María. Y, destetada que
fue al tercer año, Joaquín y su esposa Ana se encaminaron juntos al templo, y
ofrecieron víctimas al Señor, y confiaron a la pequeña a la congregación de
vírgenes, que pasaban el día y la noche glorificando a Dios.
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Y, habiendo adorado
al Altísimo, regresaron a su casa, y, llenos de júbilo, esperaron la
realización de la divina promesa. Y Ana concibió y parió una hija, y,
conforme a la orden del ángel, sus padres le pusieron por nombre María.
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Al releer
estos textos da la impresión que
los padres no tuvieron
relaciones. Por eso los artistas
representaban el abrazo en la
puerta dorada como un signo de la concepción pura de la Virgen. Habiendo también dado un preámbulo
muy detallado sobre como la Virgen nacería.
Los textos
apócrifos se parecen a lo que la
beata presenta. Si bien las
visiones de Ana Catalina, son
mucho más largas y con muchos detalles.
Pero el inicio es igual San Joaquín presenta la ofrenda, que
es rechazada, luego
el ángel se le revela y posterior
a eso está el abrazo en la puerta
dorada. Nueve meses después nace
la Virgen.
Según
una antigua creencia
la casa donde Santa Ana vivía estaba
cerca de la puerta
de los leones, la siguiente puerta
que rodea la muralla está
un poco más al sur, y es la
llamada dorada. Es la
que daba entrada
al Templo de Jerusalén.