Algunas personas
escribieron textos
relacionados a la vida de Cristo o de la Virgen, con el fin de llenar los
vacíos que presentaban los Evangelios. Sin embargo, sus historias
aunque pueden informar algunas
creencias propias de
esa época, también se relacionaron con herejías o con el gnosticismo.
Colocamos tres evangelios llamados
apócrifos (ocultos, u obscuro)
donde se
narra cómo fue el nacimiento
de Nuestra Señora. Estos presentan un mismo esquema: Joaquín lleva su ofrenda al templo y es rechazado. Un ángel se les presenta de forma separada a Joaquín y Ana. Luego los dos se encuentran en el umbral de la puerta; al noveno mes nace María.
Tres años después es presentada en el templo de acuerdo a la promesa. Destaca también el hecho que Joaquín tiene muchas ovejas y que descienden de la casa de David. Aunque estos textos que presentamos no contienen herejías, si parecen ser muy fantasiosos en la forma que se muestran.
EVANGELIO APÓCRIFO DE LA NATIVIDAD DE MARÍA
1. Y, como se aproximase la fiesta de la
Dedicación, Joaquín, con algunos de sus compatriotas, subió a Jerusalén. Y, en
aquella época, Isachar era Gran Sacerdote. Y, habiendo visto a Joaquín con su
ofrenda, en medio de sus conciudadanos, lo miró con desprecio, y desdeñé sus
presentes, preguntándole por qué él, que no tenía hijos, se atrevía a estar
entre los que eran fecundos. Y le advirtió que, habiéndolo Dios juzgado indigno
de posteridad, no podían serle aceptos sus presentes, por cuanto la Escritura
dice: Maldito sea quien no engendre hijos en Israel. Y lo conminó para que se
librase de esta maldición, creando una progenitura, porque sólo entonces le
sería lícito acercarse, con sus ofrendas, a la presencia del Señor.
2. Y este
reproche que se le lanzaba cubrió de extremo oprobio a Joaquín, el cual se
retiró al sitio en que estaban sus pastores con sus rebaños. Y no quiso volver
a su casa, temiendo sufrir los mismos reproches de sus comarcanos, que habían
asistido a la escena, y que habían oído al Gran Sacerdote.
III 1. Y
permanecía allí desde hacía algún tiempo, cuando, cierto día que estaba solo,
le apareció un ángel del Señor, rodeado de una gran luz. Y, a su vista, Joaquín
quedó turbado. Pero el ángel apaciguó su turbación, diciéndole: No temas,
Joaquín, ni te turbe mi vista, porque soy un ángel del Señor, enviado por Él a
ti, para anunciarte que tus súplicas han sido escuchadas, y que tus limosnas
han subido a su presencia. Ha visto tu oprobio, y ha considerado el reproche de
esterilidad que sin razón se te ha dirigido. Porque Dios es vengador del
pecado, mas no de la naturaleza. Y, cuando cierra una matriz, lo hace para
abrirla después de una manera más admirable, y para que se sepa que lo que nace
así no es fruto de la pasión, sino presente de la Providencia.
2. La
primera madre de vuestra nación, Sara, permaneció estéril hasta los ochenta
años, a pesar de lo cual, en los últimos días de su vejez, dio a luz a Isaac,
en quien le había sido prometido que serían benditas todas las naciones.
Asimismo Raquel, tan agradable a Dios y tan amada por Jacob, permaneció estéril
durante mucho tiempo, y, no obstante, parió a José, que fue no solamente el
dueño de Egipto, sino el salvador de numerosos pueblos que iban a morir de
hambre. ¿Quién, entre los jueces, más fuerte que Sansón y más santo que Samuel?
Y, sin embargo, ambos a dos tuvieron por madres a mujeres por mucho tiempo
estériles. Si, pues, la razón no te persuade por mi boca, cree a lo menos que
las concepciones dilatadamente diferidas y los partos tardíos son de ordinario
los más portentosos.
3. Así, tu
esposa Ana te parirá una niña, y la llamarás María. Y, conforme a vuestro voto,
se consagrará al Señor desde su niñez, y estará llena del Espíritu Santo desde
el vientre de su madre. Y no comerá ni beberá nada impuro, ni vivirá en medio
de las agitaciones populares del exterior, sino en el templo, a fin de que no
pueda enterarse, ni aun por sospecha, de nada de lo que existe de vergonzoso en
el mundo. Y, con el curso de la edad, bien como ella nació milagrosamente de
una mujer estéril, de igual modo, por un prodigio incomparable y permaneciendo
virgen, traerá al mundo al hijo del Altísimo, que será llamado Jesús o salvador
de todas las naciones, conforme a la etimología de su nombre.
4. Y he
aquí el signo de la verdad de las cosas que te anuncio. Cuando llegues a la
Puerta Dorada de Jerusalén, encontrarás a Ana tu esposa, la cual, inquieta
hasta hoy por tu retardo, se regocijará sobremanera, al volver a verte. Y,
dicho esto, el ángel se separó de Joaquín.
IV 1. Y
después apareció a Ana su esposa, diciéndole: No temas, Ana, ni imagines que es
un fantasma lo que ves. Yo soy el ángel que ha llevado vuestras oraciones y
vuestras limosnas a la presencia de Dios, y que ahora he sido enviado a vosotros
para anunciaros el nacimiento de una hija, que se llamará María, y que será
bendita entre todas las mujeres. Llena de la gracia del Señor desde el instante
de su nacimiento, permanecerá en la casa paterna durante los tres años de su
lactancia. Después, consagrada al servicio del Altísimo, no se apartará del
templo hasta la edad de la discreción. Y allí, sirviendo a Dios día y noche con
ayunos y con plegarias, se abstendrá de todo lo que es impuro, y no conocerá
varón jamás, manteniéndose sin tacha, sin corrupción, sin unión con hombre
alguno. Empero, virgen, parirá un hijo, y, sierva, parirá a su Señor, el que
será por gracia, por título, por acción, el salvador del mundo.
2. Así,
pues, levántate, sube a Jerusalén, y, cuando llegues a la llamada Puerta
Dorada, allí, a manera de signo, encontrarás a tu esposo, sobre cuyo paradero
anda inquieta tu alma. Y, cuando hayan sucedido estas cosas, lo que yo te
anuncio se cumplirá al pie de la letra.
V 1. Y,
obedeciendo al mandato del ángel, ambos esposos, abandonando uno y otro los
parajes respectivos en que estaban, subieron a Jerusalén. Y, al llegar al lugar
designado por el oráculo del ángel, se encontraron mutuamente. Entonces,
gozosos de volver a encontrarse, y poseídos de confianza en la verdad de la
promesa de que tendrían descendencia, rindieron acción de gracias bien debidas
al Señor, que exalta a los humildes.
2. Y,
habiendo adorado al Altísimo, regresaron a su casa, y, llenos de júbilo,
esperaron la realización de la divina promesa. Y Ana concibió y parió una hija, y, conforme a la orden del ángel, sus
padres le pusieron por nombre María.
VI 1.
Transcurridos tres años y terminado el tiempo de la lactancia, llevaron a la
Virgen con ofrendas al templo del Señor. Y había alrededor del templo, según el
número de los salmos graduales, quince gradas que subir. Porque, estando el
templo situado sobre una altura, sólo por gradas era accesible el altar de los
holocaustos, que estaba situado en el exterior.
2. Y sobre
la primera de aquellas gradas colocaron los padres a la bienaventurada Maña,
todavía muy pequeña. Y, en tanto que ellos se quitaban los vestidos de viaje,
para ponerse, siguiendo la costumbre, trajes más bellos y más propios de la
ceremonia, la Virgen del Señor subió todas las gradas, sin mano alguna que la
condujese, de tal suerte que todos pensaron que no le faltaba nada, a lo menos
en aquella circunstancia, de la perfección de la edad. Es que el Señor, en la
infancia misma de la Virgen, operaba ya grandes cosas, y mostraba por aquel
milagro lo que sería un día.
3. Y,
después de haber celebrado un sacrificio conforme al uso de la ley, dejaron
allí a la Virgen, para ser educada en el recinto del templo, con las demás
vírgenes. Y ellos regresaron a su casa.
PROTOEVANGELIO APÓCRIFO DE SANTIAGO
Consta en
las historias de las doce tribus de Israel que había un hombre llamado Joaquín,
rico en extremo, el cual aportaba ofrendas dobles, diciendo: El excedente de mi
ofrenda será para todo el pueblo, y lo que ofrezca en expiación de mis faltas
será para el Señor, a fin de que se me muestre propicio.
2. Y,
habiendo llegado el gran día del Señor, los hijos de Israel aportaban sus
ofrendas. Y Rubén se puso ante Joaquín, y le dijo: No te es lícito aportar tus
ofrendas el primero, porque no has engendrado, en Israel, vástago de
posteridad.
3. Y
Joaquín se contristó en gran medida, y se dirigió a los archivos de las doce
tribus de Israel, diciéndose: Veré en los archivos de las doce tribus si soy el
único que no ha engendrado vástago en Israel. E hizo perquisiciones, y halló
que todos los justos habían procreado descendencia en Israel. Más se acordó del
patriarca Abraham, y de que Dios, en sus días postrimeros, le había dado por
hijo a Isaac.
4. Y Joaquín quedó muy afligido, y no se
presentó a su mujer, sino que se retiró al desierto. Y allí plantó su tienda, y
ayunó cuarenta días y cuarenta noches, diciendo entre sí: No comeré, ni beberé,
hasta que el Señor, mi Dios, me visite, y la oración será mi comida y mi
bebida.
II 1. Y
Ana, mujer de Joaquín, se deshacía en lágrimas, y lamentaba su doble aflicción,
diciendo: Lloraré mi viudez, y lloraré también mi esterilidad.
2. Y,
habiendo llegado el gran día del Señor, Judith, su sierva, le dijo: ¿Hasta
cuándo este abatimiento de tu corazón? He aquí llegado el gran día del Señor,
en que no te es lícito llorar. Mas toma este velo, que me ha dado el ama del
servicio, y que yo no puedo ceñirme, porque soy una sierva, y él tiene el signo
real.
3. Y Ana
dijo: Apártate de mi lado, que no me pondré eso, porque el Señor me ha
humillado en gran manera. Acaso algún perverso te ha dado ese velo, y tú vienes
a hacerme cómplice de tu falta. Y Judith respondió: ¿Qué mal podría desearte,
puesto que el Señor te ha herido de esterilidad, para que no des fruto en
Israel?
4. Y Ana,
sumamente afligida, se despojó de sus vestidos de duelo, y se lavó la cabeza, y
se puso su traje nupcial, y, hacia la hora de nona, bajó al jardín, para
pasearse. Y vio un laurel, y se colocó bajo su sombra, y rogó al Señor,
diciendo: Dios de mis padres, bendíceme, y acoge mi plegaria, como bendijiste
las entrañas de Sara, y le diste a su hijo Isaac.
III 1. Y,
levantando los ojos al cielo, vio un nido de gorriones, y lanzó un gemido,
diciéndose: ¡Desventurada de mí! ¿Quién me ha engendrado, y qué vientre me ha
dado a luz? Porque me he convertido en objeto de maldición para los hijos de
Israel, que me han ultrajado y expulsado con irrisión del templo del Señor.
2.
¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a los pájaros del cielo, porque
aun los pájaros del cielo son fecundos ante ti, Señor.
3.
¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a las bestias de la tierra,
porque aun las bestias de la tierra son fecundas ante ti, Señor.
4.
¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a estas aguas, porque aun estas
aguas son fecundas ante ti, Señor.
5.
¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a esta tierra, porque aun esta
tierra produce fruto a su tiempo, y te bendice, Señor.
IV 1. Y he
aquí que un ángel del Señor apareció, y le dijo: Ana, Ana, el Señor ha
escuchado y atendido tu súplica. Concebirás, y parirás, y se hablará de tu
progenitura en toda la tierra. Y Ana dijo: Tan cierto como el Señor, mi Dios,
vive, si yo doy a luz un hijo, sea varón, sea hembra, lo llevaré como ofrenda
al Señor, mi Dios, y permanecerá a su servicio todos los días de su vida.
2. Y he
aquí que dos mensajeros llegaron a ella, diciéndole: Joaquín tu marido viene a
ti con sus rebaños. Porque un ángel del Señor ha descendido hasta él,
diciéndole: Joaquín, Joaquín, el Señor ha oído y aceptado tu ruego. Sal de
aquí, porque tu mujer Ana concebirá en su seno.
3. Y
Joaquín salió, y llamó a sus pastores, diciendo: Traedme diez corderos sin
mácula, y serán para el Señor mi Dios; y doce terneros, y serán para los
sacerdotes y para el Consejo de los Ancianos; y cien cabritos, y serán para los
pobres del pueblo.
4. Y he
aquí que Joaquín llegó con sus rebaños, y Ana, que lo esperaba en la puerta de
su casa, lo vio venir, y, corriendo hacia él, le echó los brazos al cuello,
diciendo: Ahora conozco que el Señor, mi Dios, me ha colmado de bendiciones;
porque era viuda, y ya no lo soy; estaba sin hijo, y voy a concebir uno en mis
entrañas. Y Joaquín guardó reposo en su hogar aquel primer día.
V 1. Y, al
día siguiente, presentó sus ofrendas, diciendo entre sí de esta manera: Si el
Señor Dios me es propicio, me concederá ver el disco de oro del Gran Sacerdote.
Y, una vez hubo presentado sus ofrendas, fijó su mirada en el disco del Gran
Sacerdote, cuando éste subía al altar, y no notó mancha alguna en sí mismo. Y
Joaquín dijo: Ahora sé que el Señor me es propicio, y que me ha perdonado todos
mis pecados. Y salió justificado del templo del Señor, y volvió a su casa.
2. Y los meses de Ana se cumplieron, y, al
noveno, dio a luz. Y preguntó a la partera: ¿Qué he parido? La partera
contestó: Una niña. Y Ana repuso: Mi alma se ha glorificado en este día. Y
acostó a la niña en su cama. Y,
transcurridos los días legales, Ana se lavó, dio el pecho a la niña, y la llamó
María.
VI 1. Y la
niña se fortificaba de día en día. Y, cuando tuvo seis meses, su madre la puso
en el suelo, para ver si se mantenía en pie. Y la niña dio siete pasos, y luego
avanzó hacia el regazo de su madre, que la levantó, diciendo: Por la vida del
Señor, que no marcharás sobre el suelo hasta el día que te lleve al templo del
Altísimo. Y estableció un santuario en su dormitorio, y no le dejaba tocar nada
que estuviese manchado, o que fuese impuro. Y llamó a las hijas de los hebreos
que se conservaban sin mancilla, y que entretenían a la niña con sus juegos.
2. Y,
cuando la niña llegó a la edad de un año, Joaquín celebró un gran banquete, e
invitó a él a los sacerdotes y a los escribas y al Consejo de los Ancianos y a
todo el pueblo israelita. Y presentó la niña a los sacerdotes, y ellos la
bendijeron, diciendo: Dios de nuestros padres, bendice a esta niña, y dale un
nombre que se repita siglos y siglos, a través de las generaciones. Y el pueblo
dijo: Así sea, así sea. Y Joaquín la presentó a los príncipes de los
sacerdotes, y ellos la bendijeron, diciendo: Dios de las alturas, dirige tu
mirada a esta niña, y dale una bendición suprema.
3. Y su
madre la llevó al santuario de su dormitorio, y le dio el pecho. Y Ana entonó
un cántico al Señor Dios, diciendo: Elevará un himno al Señor mi Dios, porque
me ha visitado, y ha alejado de mí los ultrajes de mis enemigos, y me ha dado
un fruto de su justicia a la vez uno y múltiple ante Él. ¿Quién anunciará a los
hijos de Rubén que Ana amamanta a un hijo? Sabed, sabed, vosotras las doce
tribus de Israel, que Ana amamanta a un hijo. Y dejó reposando a la niña en el
santuario del dormitorio, y salió, y sirvió a los invitados. Y, terminado el
convite, todos salieron llenos de júbilo, y glorificando al Dios de Israel.
PSEUDO EVANGELIO APÓCRIFO DE MATEO
X 1. En
aquellos días, había en Jerusalén un varón llamado Joaquín, de la tribu de
Judá. Y era pastor de sus propias ovejas, y temía al Altísimo en la sencillez y
en la bondad de su corazón. Y no tenía otro cuidado que el de sus rebaños, que
empleaba en alimentar a todos los que, como él, temían al Altísimo. Y ofrecía
presentes dobles a los que trabajaban en la sabiduría y en el temor de Dios, y
presentes simples a los que a éstos servían. Así, de las ovejas, de los
corderos, de la lana y de todo lo que poseía hacía tres partes. La primera la
distribuía entre las viudas, los huérfanos, los peregrinos y los pobres. La
segunda la daba a los que se consagraban al servicio de Dios y celebraban su culto.
Cuanto a la tercera, la reservaba para sí y para toda su casa.
2. Y,
porque obraba de este modo, Dios multiplicaba sus rebaños, y no había, en todo
el pueblo israelita, nadie que lo igualase en abundancia de reses. Y todo eso
comenzó a hacerlo desde el año quinceno de su edad. Y, cuando llegó a los
veinte años, tomó por esposa a Ana, hija de Isachar y de su propia tribu, es
decir, de la raza de David. Y, a pesar de haber transcurrido otros veinte años,
a partir de su casamiento, no había tenido hijos, ni hijas.
II 1. Y
sucedió que, un día de fiesta, Joaquín se encontraba entre los que tributaban
incienso y otras ofrendas al Señor, y él preparaba las suyas. Y, acercándose un
escriba del templo llamado Rubén, le dijo: No puedes continuar entre los que
hacen sacrificios a Dios, porque éste no te ha bendecido, al no otorgarte una
posteridad en Israel. Y, habiendo sufrido esta afrenta en presencia del pueblo,
Joaquín abandonó, llorando, el templo del Señor, y no volvió a su casa, sino
que marchó adonde estaban sus rebaños, y llevó consigo a sus pastores a las
montañas de una comarca lejana, y, durante cinco meses, su esposa Ana no tuvo
ninguna noticia suya.
2. Y la
triste lloraba, diciendo: Señor, Dios muy fuerte y muy poderoso de Israel,
después de haberme negado hijos, ¿por qué me arrebatas también a mi esposo? He
aquí que han pasado cinco meses, y no lo veo. Y no sé si está muerto, para
siquiera darle sepultura. Y, mientras lloraba abundantemente en el jardín de su
casa, y levantaba en su plegaria los ojos al Señor, vio un nido de gorriones en
un laurel, y, entreverando sus palabras de gemidos, se dirigió a Dios, y le
dijo: Señor, Dios omnipotente, que has concedido posteridad a todas las
criaturas, a los animales salvajes, a las bestias de carga, a las serpientes, a
los peces, a los pájaros, y que has hecho que todos se regocijen de su
progenitura, ¿por qué has excluido a mí sola de los favores de tu bondad? Bien
sabes, Señor, que, desde el comienzo de mi matrimonio, hice voto de que, si me
dabas un hijo o una hija, te lo ofrecería en tu santo templo.
3. Y, a
punto de terminar su clamor dolorido, he aquí que de súbito apareció ante ella
un ángel del Señor, diciéndole: No temas, Ana, porque en el designio de Dios
está que salga de ti un vástago, el cual será objeto de la admiración de todos
los siglos hasta el fin del mundo. Y, no bien pronunció estas palabras,
desapareció de delante de sus ojos. Y ella, temblorosa y llena de pavor, por
haber tenido semejante visión, y por haber oído semejante lenguaje, se echó en
el lecho como muerta, y todo el día y toda la noche permaneció en oración
continua y en terror extremo.
4. Al fin,
llamó a su sierva, y le dijo: ¿Cómo, viéndome desolada por mi viudez y abatida
por la angustia, no has venido a asistirme? Y la sierva le respondió,
murmurando: Si Dios ha cerrado tu matriz, y te ha alejado de tu marido, ¿qué
puedo hacer por ti yo? Y, al oír esto, Ana lloraba más aún.
III 1. En
aquel mismo tiempo, un joven apareció en las montañas en que Joaquín apacentaba
sus rebaños, y le dijo: ¿Por qué no vuelves al lado de tu esposa? Y Joaquín
repuso: Durante veinte años la he tenido por compañera. Pero ahora, por no
haber querido Dios que ella me diese hijos, he sido expulsado ignominiosamente
del templo del Señor. ¿Cómo volvería al lado suyo, después de haber sido
envilecido y despreciado? Continuaré, pues, aquí con mis ovejas, mientras Dios
conceda a mis ojos luz. Sin embargo, por intermedio de mis servidores, seguiré
repartiendo de buen grado su parte a los pobres, a las viudas, a los huérfanos y
a los ministros del Altísimo.
2. Y, no
bien hubo en tal guisa hablado, el joven le respondió: Soy un ángel de Dios,
que ha aparecido hoy a tu mujer, la cual oraba y lloraba. Yo la consolé, y ella
sabe por mí que ha concebido de ti una hija. Esta vivirá en el templo del
Señor, y el Espíritu Santo reposará en ella, y su beatitud será mayor que la de
todas las mujeres, aun de las más santas, de suerte que nadie podrá decir que
hubo, ni que habrá, mujer semejante a ella en este mundo. Baja, pues, de las
montañas, y vuelve al lado de tu esposa, a quien encontrarás encinta, porque
Dios ha suscitado progenitura en ella, y su posteridad será bendita, y Ana
misma será bendita y establecida madre con una eterna bendición.
3. Y
Joaquín, adorándolo, dijo: Si he encontrado gracia ante ti, reposa un instante
en mi tienda, y bendíceme, puesto que soy tu servidor. Y el ángel le contestó:
No te llames servidor mío, pues ambos somos los servidores de un mismo dueño.
Mi comida es invisible, y mi bebida lo es también, para los mortales. Así, no
debes invitarme a entrar en tu tienda, y lo que habrías de darme, ofrécelo en
holocausto a Dios. Entonces Joaquín tomó un cordero sin mancilla, y dijo al
ángel: No me hubiera atrevido a ofrecer un holocausto a Dios, si tu orden no me
hubiese dado el poder sacerdotal de sacrificarlo. Y el ángel le dijo: Tampoco
yo te hubiera invitado a ofrecerlo, si no hubiese conocido la voluntad de Dios.
Y ocurrió que, en el momento en que Joaquín ofrecía su sacrificio a Dios, al
mismo tiempo que el olor del sacrificio, y en cierto modo con su mismo humo, el
ángel se elevó hacia el cielo.
4. Y
Joaquín inclinó su faz contra la tierra, y permaneció así prosternado desde la
hora sexta del día hasta la tarde. Y sus mercenarios y jornaleros llegaron, e,
ignorando la causa de su actitud, se llenaron de temor, y pensaron que quería
matarse. Y se acercaron a él, y no sin esfuerzo lo levantaron. Y, cuando les
cantó su visión, estremecidos de estupor y de sorpresa, lo exhortaron a cumplir
sin demora el mandato del ángel, y a volver prontamente al lado de su esposa.
Y, como Joaquín discutiese todavía en su interior sí debía o no debía volver,
lo invadió el sueño, y he aquí que el ángel que le había aparecido estando
despierto, le apareció otra vez mientras dormía, diciéndole: Yo soy el ángel
que Dios te ha dado por guardián. Baja con seguridad, y retorna cerca de Ana,
porque las obras de caridad que tú y tu mujer habéis hecho han sido proclamadas
en presencia del Altísimo, el cual os ha legado una posteridad tal como ni los
profetas ni los santos han tenido, ni tendrán, desde el comienzo del mundo. Y, cuando
Joaquín hubo despertado, llamó a sus pastores, y les dio a conocer su sueño. Y
ellos adoraron al Señor, y dijeron a Joaquín: Guárdate de resistir más al ángel
del Señor. Levántate, partamos, y avancemos lentamente, haciendo pastar a los
rebaños.
5. Y,
después de caminar treinta días, cuando se aproximaban ya a la ciudad, un ángel
del Señor apareció a Ana en oración, diciéndole: Ve a la llamada Puerta Dorada,
al encuentro de tu esposo, que hoy llega. Y ella se apresuró a ir allí con sus
siervas, y en pie se puso a orar delante de la puerta misma. Y aguardé largo
tiempo. Y se cansaba y se desanimaba ya de tan dilatada espera, cuando,
levantando los ojos, vio a Joaquín, que llegaba con sus rebaños. Y corrió a
echarle los brazos al cuello, y dio gracias a Dios, exclamando: Era viuda, y he
aquí que no lo soy. Era estéril, y he aquí que he concebido. Y hubo gran júbilo
entre sus vecinos y conocidos, y toda la tierra de Israel la felicité por
aquella gloria.
IV 1. Y nueve meses después, Ana dio a luz una
niña, y llamó su nombre María. Y, destetada que fue al tercer año, Joaquín
y su esposa Ana se encaminaron juntos al templo, y ofrecieron víctimas al
Señor, y confiaron a la pequeña a la congregación de vírgenes, que pasaban el
día y la noche glorificando a Dios.
2. Y,
cuando hubo sido depositada delante del templo del Señor, subió corriendo las
quince gradas, sin mirar atrás, y sin reclamar la ayuda de sus padres, como
hacen de ordinario los niños. Y este hecho llenó a todo el mundo de sorpresa,
hasta el punto de que los mismos sacerdotes del templo no pudieron contener su
admiración.
V 1.
Entonces Ana, llena del Espíritu Santo, exclamó en presencia de todos:
2. El
Señor, Dios de los ejércitos, ha recordado su palabra, y ha recompensado a su
pueblo con su bendita visita, para humillar a las naciones que se levantaban
contra nosotros, y para que su corazón se vuelva hacia Él. Ha abierto sus oídos
a nuestras plegarias, y ha hecho cesar los insultos de nuestros enemigos. La
que era estéril, es ahora madre, y ha engendrado la exaltación y el júbilo en
Israel. He aquí que yo podré ofrecer dones al Señor, y que mis enemigos no
podrán ya impedírmelo nunca más. Vuelva el Señor sus corazones hacia mí, y
procúreme una alegría eterna.