Los católicos guatemaltecos no podemos ser indiferentes a esta
celebración, pues la Virgen de Luján es una imagen de la Inmaculada
Concepción que tiñó con sus colores a las Repúblicas de Centro América.
Las banderas con los colores en franjas horizontales celeste, blanco y
celeste son una característica esencial de la fiesta de Concepción en Castilleja de la Cuesta, pueblo sevillano que era ruta de paso y peregrinación para los conquistadores del Nuevo Mundo.
Si bien, se sabe que las banderas nacionales fueron creadas en muchas
ocasiones por los liberales es evidente la influencia concepcionista en
la elaboración.
Su Majestad Carlos III, Rey de España y Emperador
de América, quien obtuvo del Papa Clemente XIII, la proclamación para
Perpetua Memoria de la Inmaculada como Principal y Universal Patrona de
los Reinos de España e Indias, tomó los colores de la Virgen para la
condecoración que lleva su nombre: la Orden de Carlos III.
En
1812, el General Manuel Belgrano, ondeó por primera vez la bandera
independista argentina en honor a la Inmaculada Concepción, de la cual
era devoto bajo la imagen de la Virgen de Luján.
Así, la
Inmaculada, pasó de Conquistadora a Libertadora de América, pues luego
de la Independencia de Guatemala propiciada por el Cabildo Eclesiástico y
los Frailes Franciscanos, en 1825 el Presidente de la Federación,
Manuel José Arce, liberal moderado, toma los colores de la bandera
argentina para crear la bandera centroamericana.
Con el triunfo
de los conservadores y posteriormente con la creación de la República en
1847, se incorporan en 1851 la Bandera de la República de Guatemala el
rojo y amarillo en recuerdo de España, los cuales son retirados con el
retorno de los liberales al poder en 1871.
Cuenta la leyenda que
un devoto de la Inmaculada de San Francisco ondeó una bandera
confeccionada por él, con los colores azul, blanco y azul en franjas
verticales y le gustó al pueblo y las autoridades liberales que surgió
la intención que el máximo símbolo patrio tuviese esos colores y diseño.
Esto es parte de la historia de nuestra Iglesia de nuestra patria que
hemos olvidado y que nos han querido ocultar. Cada vez que la bandera
sea ondeada saludemos a Aquella de quién dice la Escritura: "¡Tú eres el
orgullo supremo de nuestro pueblo!" (Judith 15, 9)