Madre
Teresa Aycinena fue una monja carmelita
descalza. Por la
popularidad que gozaba la
familia, durante muchos
años la monja tuvo serias
acusaciones, que dejaban pensar que
su misticismo era
consecuencia del dinero, de
la influencia de la familia, etc.
Por ello
varios sacerdotes estuvieron pendientes de
recoger testimonios y
presenciar eventos para ver
si su fama de “mística” era
real o pertenecía
a elaboraciones propias
de la monja o de la
familia.
A
continuación se copia lo que
dice el padre Albores de la
impresión de las pinturas que el
Cielo realizaba:
“El día 21
de junio del año de 1816, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, fue la primera
vez que se notó que en el éxtasis que había tenido después de la comunión había
aparecido marcado con sangre fresca, un corazón en la toalla blanca con que
tenía cubierta la cabeza (esa toalla era un lienzo de algodón, con que las
religiosas carmelitas se resguardan del frío).
Continuaron multiplicándose casi
en todos los
éxtasis después de
la comunión. Sujetaron a un riguroso examen a las
religiosas del Convento, hicieron registrar con toda prudencia y perspicacia la
celda de Teresa.
De tan
escrupuloso escrutinio, todos quedaron convencidos de que aquellas obras no se
hacían por los hombres y que encerraban más de un misterio, que no tardaron en descubrir,
con toda la seguridad de un lento y riguroso examen, quedando todos bien persuadidos
de que aquellos estampados se hacían por la mano invisible de los ángeles. Una
comisión de peritos repitió sus observaciones, y constantemente, se volvieron a
encontrar reproducidas las maravillosas pinturas, ya en grupos, ya separadas,
ya en lienzos, ya sobre estampas de papel, ya enteramente concluidas ya a medio
formarse.
Tan
convencidos quedaron del portento, que al fin se cerró este examen, dándose todos
por satisfechos y extendiéndose trece curiosísimas actas de cuanto
habían observado en las maravillosas pinturas o estampados, formados por
los ángeles con la sangre de las llagas y coronas de la extática María Teresa. Estas
pinturas duraron a lo largo de tres años; su número se pierde a todo cálculo.”
Lienzo pintado, con documento escrito por el arzobispo que da fe del milagroso evento. |