Santa Teresa Benedictina de la Cruz, monja carmelita descalza, que preocupada por la situación en Alemania, envió al Papa una carta. Ella misma sabrá que el Papa poco podía hacer de forma pública, ya que en una de las represalías contra la iglesia, fue sacada de su convento en Holanda y enviada al campo de concentración.
CARTA DE SANTA EDITH
Antes de entrar al convento, daba clases y charlas, su búsqueda por hallar la verdad, la hizo católica. Era judía de nacimiento. Así se puede observar lo que Santa Teresa, antes Edith Stein, escribió al Papa. Pero también es una carta donde manifiesta su preocupación por el régimen.
Después de dar clases y de su actividad cotidiana, quiso entrar el convento de carmelitas. Ella trabajaba como todas las demás, pero sus hermanas al darse cuenta de sus habilidades, y preocupadas por la situación en Alemania, la enviaron junto con su hermana al convento de Holanda. Allí ella seguirá escribiendo, y como consecuencia de la oposición de la Iglesia contra el maltrato judío fue llevada al campo de concentración, donde junto a su hermana murió en las cámaras de gas.
Esta es la carta que le escribió al Papa, aún cuando era una laica:
Santo Padre
Como hija del pueblo judío, que, por la
gracia de Dios, desde hace once años es también hija de la Iglesia
Católica, me atrevo a exponer ante el Padre de la Cristiandad lo que
oprime a millones de alemanes.
Desde hace semanas vemos sucederse
acontecimientos en Alemania que suenan a burla de toda justicia y
humanidad, por no hablar del amor al prójimo.
Durante años los jefes (Führer)
nacional-socialistas han predicado el odio a los judíos. Después de
haber tomado el poder gubernamental en sus manos y armado a sus
aliados,-entre ellos a señalados elementos criminales-, ya han aparecido
los resultados de esa siembra de odio. Hace poco, el mismo gobierno
admitió el hecho de que ha habido excesos. No nos podemos hacer una idea
de la amplitud de estos hechos porque la opinión pública está
amordazada. Pero a juzgar por lo que he venido a saber por informaciones
personales, de ningún modo se trata de casos aislados. Bajo presión de
voces del extranjero el régimen ha pasado a métodos "más suaves".
Ha
dado la consigna de que no se debe "tocar ni un pelo a ningún judío".
Pero con su declaración de boicot lleva a muchos a la desesperación,
pues con ese boicot roba a los hombres su mera subsistencia económica,
su honor de ciudadanos y su patria. Por noticias privadas que he
conocido en la última semana, ha habido cinco casos de suicidio a causa
de estas persecuciones. Estoy convencida de que se trata sólo de una
muestra que traerá muchos más sacrificios. Se pretende justificar con el
lamento de que los infelices no tienen suficiente fuerza para soportar
su destino. Pero la responsabilidad cae en gran medida sobre los que los
llevaron tan lejos. Y también cae sobre aquellos que guardan silencio
acerca de esto.
Todo lo que ha acontecido y todavía
sucede a diario viene de un régimen que se llama "cristiano". Desde hace
semanas, no solamente los judíos, sino miles de auténticos católicos en
Alemania, y creo que en el mundo entero, esperan y confían en que le
Iglesia de Cristo levante la voz para poner término a este abuso del
nombre de Cristo. Esa idolatría de la raza y del poder del Estado, con
la que, día a día, se machaca por radio a las masas, ¿acaso no es una
patente herejía? ¿No es la guerra de exterminio contra la sangre judía
un insulto a la Sacratísima Humanidad de Nuestro Redentor, a la
Santísima Virgen y a los apóstoles? ¿No está todo esto en absoluta
contradicción con el comportamiento de Nuestro Señor y Salvador quien
aún en la Cruz rogó por sus perseguidores? ¿Y no es esto una negra
mancha en la crónica de este Año Santo que debería ser un año de paz y
de reconciliación?
Todos los que somos fieles hijos de le
Iglesia y que consideramos con ojos despiertos la situación en Alemania
nos tememos lo peor para la imagen de la Iglesia si se mantiene el
silencio por más tiempo. Somos también de la convicción de que, a la
larga, ese silencio de ninguna manera podrá obtener la paz con el actual
régimen alemán. La lucha contra el catolicismo se llevará por un tiempo
en silencio, y por ahora con formas menos brutales que contra el
judaísmo, pero no será menos sistemática. No falta mucho para que pronto
en Alemania ningún católico pueda tener cargo alguno si antes no se
entrega incondicionalmente al nuevo rumbo.
A los pies de Su Santidad pide la Bendición Apostólica
Dra. Edith Stein.
Profesora en el Instituto Alemán de Pedagogía Científica en el Collegium Marianum de Münster