Constantemente el
católico está involucrado en el uso
de imágenes, ya sea
por devoción, para enseñanza, como motivo para promover
alguna virtud, o bien por el simple hecho de proteger
el arte que durante tantos siglos la iglesia
ha conservado.
Bien es cierto
que algunos han alcanzado la conversión, un milagro, y con ello les ha servido para no ser cristianos
tibios. Pero también es cierto
que muchos otros valiéndose de
cualquier argumento les ha
provocado todo lo contrario. Esto lo comenta
el santo padre Juan de la Cruz, carmelita descalzo.
La Iglesia ha
conservado entre sus cosas diferentes
tipos de arte. Proceso con el cual ha conseguido explicar los
misterios de la fe. Con el paso del tiempo ha necesitado
renovar estos instrumentos y la forma
en que ayuda al fiel. Estas obras han interactuado con el laico y este ha querido dejarse envolver
por esa pieza.
Las imágenes, principalmente
las esculturas, tienen una importancia
muy arraigada entre la
cultura guatemalteca. En un principio
fueron utensilio para explicar los misterios, algunas por su
gran devoción se convirtieron en
piezas para promover alguna
virtud. Son ya conocidas las
procesiones que por su forma
de ser intentan motivar al fiel a un encuentro más profundo con Dios. A través de
la experiencia, del olor, de ver, y sentir, el cristiano puede reflexionar
los pasajes que está presenciando. Con ello poder orar
mejor, o bien para continuar
su proceso de conversión.
Pero hay que
tener presente que las
imágenes al ser representaciones de algún santo, de la Virgen o Jesús, deben
tener el mismo cuidado. Pero también
debe existir un equilibrio que nos lleve
a recordar que es solo una
imagen y que en cualquier otra
representación Cristo mismo sigue trasmitiendo sus gracias.
Jesús cuando se aparece
a Santa Faustina, le ha de decir
que: “no está en la imagen sino
en la gracia que
trasmite”, por ello el cristiano debe reflexionar
que sea donde rece, la
oración se hace al santo, viendo
una escultura que lo represente. Al procesionarse, debe ser motivo de
encuentro con Dios y de oración
profunda, como si fuera un retiro. Con
la diferencia que
quién habla debe ser el silencio y no un predicador. La misma procesión debe ser la predica.
Los adornos deben ser complemento del mensaje, por eso no deben ser ostentosos, sino
simples y sencillos. La riqueza misma
de estas procesiones es el
silencio que se produce en el alma, a través
del sonido de la música. La
oración debe desprenderse después de
ver la imagen del santo. Ha de ser
mucho más sencillo cuando a través de
un Cristo llagado o de la Virgen en sus
dolores, el cristiano medita la
pasión del Señor.
Pero cuando es un
santo, el cristiano debe conocer la vida
de este, para saber
porque está presente en un acto y que quiero conseguir con
ello. Si es San Juan Bosco la procesión, el cristiano intentara imitar sus virtudes, tal vez alguna
en especial como su amor por la
Virgen, por la Eucaristía. Tal vez quiere
perfeccionarse más y por
ello el cristiano tiene como
devoción especial a la Inmaculada.