El
Señor de Esquipulas, más conocido por
su color. Es una representación de Jesús
crucificado. Presenta las heridas
de la pasión, tal y como se
relata en los Evangelios. Clavado por las manos y en los pies, su rostro ha
exhalado el último suspiro y
sus ojos
casi dormidos muestran la agonía
y el sufrimiento. Su piel
deja entrever la
agonía de la muerte, pálida y llena
de hematomas con la sangre corriendo por
su cuerpo.
En la actualidad la
representación original de este
misterio venerado en Esquipulas, no
puede ser contemplado con tanto detalle. Ya que el
color original ha sido envuelto por una
capa del tiempo.
Mostrando la habilidad del
escultor que hizo esta obra, el
cristiano puede recordar el amor
de Dios por sus hijos.
“Tanto
amo Dios
al mundo que entrego a su
único Hijo, para que
todo el crea en él no muera sino tenga
vida eterna.” Jn 3, 16.
Estos versículos recuerdan la
cruz, a Cristo con sus brazos
abiertos y su costado emanando
sangre. Pues en el versículo 14, San Juan recuerda que
Cristo ha de ser levantado,
como fue
levantada la serpiente sobre
el desierto para que todos
se salven. Aquellos
que miraban la serpiente eran curados,
así quién confía en Cristo y
se acoge
en su Iglesia puede hallar
la gracia.
Monseñor
Mariano Rossell y Arellano, fue el
décimo quinto arzobispo de Guatemala. Este
gran arzobispo comprendió que la
imagen del Señor de
Esquipulas era un fiel
testimonio del amor de Jesús por
nosotros. Por ello mando hacer
una copia y la peregrino por toda
la república. Muchas fotos
se conservan de este
arzobispo junto al crucificado,
incluso su escudo arzobispal es el crucifijo.
Bien
comprendieron los cristianos, que Jesús
murió por la libertad. Para que ya no fueran más esclavos, sino fueran libres. Cristo
no se dejó morir, entrego su vida.
Él que con su resurrección
ha vencido la muerte, y nos ha
abierto las puertas del cielo,
ha bajado para recordar que nos ama.
Él en 1857 se le apareció a Madre Encarnación en el Beaterio,
y con su acento misericordioso recuerda su amor
y la tristeza que le
da cuando nos alejamos
de su camino.
Con las tecnologías
actuales ya se pueden ver
más detalles de un embarazo, pero
antes ni el color se
sabía. Con que el bebe naciera
sano era ya un prodigio y una alegría.
Lo mismo sucede con Dios, ha dado libertad
al hombre, esperando que este le
escoja. Pero si no lo hace
de igual manera: “hace salir
el sol sobre malos y buenos”. Pues Dios
es amor, aunque no lo sean con
Él; da la libertad a
sus creaturas, para que siendo libres escojan libremente.
Pero
el pecado ha hecho un sesgo y por ello es necesario que Cristo muera para
acercar el cielo a sus
hermanos. Él rompe las
cadenas que nos atan y
con su muerte nos asegura
nuestro triunfo. Pues los que
mueren con Él, resucitarán con Él.
Así se cumplirá las palabras de San
Agustín: “mi corazón no descansa
hasta que descanse
en ti”.
Y ese
sueño lo muestra Monseñor Rossell al pasear
a la imagen del Señor de Esquipulas
por toda Guatemala. Dejando a un lado las intenciones
que cada quién pueda
creer, los católicos deben
ver esto como un signo de esperanza,
como signo de unidad y de cercanía.
Aunque
la Eucaristía es nuestro
mayor tesoro, la
cruz es un símbolo.
Y este signo es de amor, es
la llamada locura de la
cruz.
Para
los que la aman, es su vida.
Para aquellos que
la desprecian, asombro; incluso
la ven como objeto de ideologías. Pero
la cruz
que ha sido objeto de escándalo
es el vivo signo de la pasión de
Cristo. Con este signo
triunfaras, con este signo vencerás,
porque todo lo puedo en Cristo que me fortalece.