La Virgen
quiso revelarse en 1858, tan sólo 4
años después de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Ella misma
ha de decir
que es la Inmaculada. Nuestra
Señora pide que
se rece por la conversión de
los pecadores, por los
enfermos. Pero es necesario colocar como intención muy especial lo que Ella
en su corazón más anhela.
Esas gracias
especiales, que nosotros desconocemos
y que Ella quisiera que
se pidieran. En Guatemala
la Inmaculada, llamada del
Coro, porque allí se
ubicaba, fue adecuada a la forma
en que la Virgen se presentó a
santa Bernardette. Sin dejar de ser
la Inmaculada, mostrándose como la
Virgen que salud de
enfermos, así la imagen de la
Virgen se muestra como nuestra salud.
La Virgen
del Coro, es una de
las advocaciones de la Inmaculada más
antigua del templo franciscano.
Sólo es precedida por la
Inmaculada llamada
pasionaria, de la cual no se
sabe su paradero. Desaparecida
entre los pliegues de las
casullas y albas, la Virgen del
Coro sigue aun recordando el mensaje de 1858: “conversión”.
Ella ha sido la
joya de la humanidad,
y nos muestra con su sonrisa maternal el camino a Cristo. Frente
al mensaje de sus
apariciones, el testimonio de
vida de la Santa Virgen, no queda más que
rendidos a sus
pies seguirla. Pero este
encuentro con María no puede
pasar si nosotros no la buscamos y si no dejamos que Ella entre. La Inmaculada
es el camino más corto y seguro para llegar al Corazón de
Jesús.
Animados por
la devoción a la Inmaculada en Lourdes, por las virtudes
que desea que le
imitemos caminemos con Ella
hacia la santidad.