Reinad Jesús

¿Qué significa reinar? Dominar o tener predominio sobre  una  persona sobre otra. Así  describe  el  diccionario  esta  palabra.  Surgen preguntas: ¿Porqué quiero que reine? ¿Con qué  objeto? ¿Qué  tipo de  reino es? ¿Tendre libertad? ¿Porqué  debemos dejar  que reine el Corazón de Jesús?

Un reino tiene  impreso  en  sus  muros,  valles, ciudades,  todo  aquello  que  el rey hace para  conservar  de mejor  manera ese sitio. Pero cuando hablamos  de  Jesús, no podemos circunscribirnos  a  un reinado humano. Con errores e imperfecciones. Porque  el amor  de Dios no  es  así. El Reino de  los Cielos es  el  amor.  Cuando a  Jesús  le preguntan si el es  rey (Jn. 18, 37) Él contesta  con la  verdad.  Aceptando que lo es, da  testimonio de  su servicio  con humildad y sencillez.
 
Coloca como primer  mandato: amar.  No  impone, deja que lo asimilen. Él muere,  amando. Con su  costado abierto sin dejar nada  para sí. Da todo.  Un dirigente  así, es  muy  atractivo. Brinda justicia, paz, respeto, libertad... ¿Quién no desea uno así?  Pero su  reino  va  más  allá. Pues  Él desea  que todos  vivan como ha  enseñado.  Si hemos  de  decir  que  somos  de  Cristo,  ¿Deberíamos hacer  lo mismo?  En efecto, nos  reconocerán en que nos amamos  unos  a  otros.
 
Su símbolo es  su Corazón,  abierto, coronado de  espinas,  con la cruz que  se levanta  triunfante  sobre este. Porque sobre ella murió por  nosotros,   con espinas  nos  recordó que  un rey  también sufre. Sufre cuando sus  ciudades  se  dividen, cuando hay guerras. Como así  sufre  un padre  al ver  a  su hijo que  lo desprecia  por  haberle  regañado. Cuando desea  todo por  su bien y este  no piensa igual. Como la madre  que  espera  con ansías a su  hijo,  y  al momento de  nacer,  viene muerto. Porque  amar, también es  sufrir. Una  corona de  amor  es la que  nosotros  debemos  tejerle,  para  quitar  tanta  espina.
 
Abierto  ha  quedado su  costado, su Corazón, y sobre  este el fuego de  su  amor  que consume   todo  el dolor  que Él pasó. Ardiendo  aún más  por  nosotros. Para  que lo  amemos  como el Rey  y Señor  de  nuestra  vida. Somos  humanos, cometemos  errores, pero podemos  enmendar. Cada dardo que  sobresale es  un recordatorio  a  un cambio de  vida. Él  ha  dado todo por  nosotros ¿Acaso  nosotros  no podemos  dar  todo por Él?

Todo  lo que  hizó, ha  quedado plasmado  en los  Evangelios. Son fragmentos  de  su vida,  pero  para  nosotros  nuestra  guía. Guardado  y recogido  fielmente  por  la Iglesia  que Cristo  fundó. Si leemos  estos  escritos,  nos damos  cuenta  de  la  exigencia  que implica  vivir esto.  Pero  no debemos  desalentar, pues Él se  ha  quedado con nosotros  en el pan  y vino. Que es nuestra  fuerza y vida para  seguirle.
 
Si deseo  que  Él reine, debo  vivir  como se lo  merece,  porque  no puedo  dar  mi corazón sucio al que  ha  de  regirme. Así como atendemos  a  un  invitado cuando ha de  venir  a  nuestra  casa. No  estamos solos, nuestra Madre, que  es  también la  de Él nos  ha  de  ayudar. Ha  prepararnos  para  recibir a Jesús, ha  vivir  para Él.  Nazareth ha  sido hogar de Jesús.  San José  y  la Virgen cuidaron y conocieron tanto  a  nuestro Señor, que  no podríamos desconfiar de  quién enseño a  caminar,  comer, vestirse  y demás  al que  es  la Vida  misma.
 
Reinad  Jesús,  en el mundo, en Guatemala,  en  mi  corazón.  Regidlo  y haced de  mí  un  verdadero cristiano, para  que  reinando  tú  en  mí, por  tí solo viva, a  tí solo  ame, y en tí descanse.