La sorprendente revelación de la Virgen del Cerro



En  una  noche  de  1700´s,  en medio  del  bosque  se  encendía  una  luz, tan fuerte  como  un  fuego.  Tan llamativa  como estrella. No era  una  hoguera,  ni otro objeto  luminoso.  Silvestre  de Paz en su curiosidad,  busca  aquella  luz. Pero no  encontró  más  que un tronco.  Como si la  Virgen en un torrente  de  luz  le  hubiese  hablado  toma  el cedro, para  que alguien más  tallara  de  este  a la misma  Reina y Madre  de Cristo.

Los  alrededores  no tardaron en  pensar  que  era la misma  Virgen que  se había  aparecido, como la  zarza  del Antiguo Testamento que  frente  a  Moisés  no se  consumía  pese  al  fuego.  El cedro, era  un tronco, que  revelaba  el tierno amor  de  nuestra Señora por  sus  hijos. 

 SU VENERACIÓN

La escultura fue encargada a Manuel de Chávez por Silvestre de Paz. Dice Francisco Ximénez: “Tomando entre sus manos el mancebo Manuel la obra, dentro de un mes la dio acabada, tan perfecta y tan hermosa, que bien se conocía que allí andaba la mano del Altísimo.” El costo de la hechura fue de 48 tostones en aquel año de 1701.

Tomando como advocación a la Virgen en su  tercer  dolor, Silvestre  de Paz  construye  una  capilla  en 1703. Como sí la  misma  Señora le  hubiese  dicho,  y sabiendo los  prodigios  que  una madre  hace  por  sus hijos;  la  gente  subía  a  verla.  La  llamaban “Virgen del Tronco”,  “Virgen de la Luz”, por  su  origen milagroso.

Pero  el tiempo se  encarga  de que la llamen  Madre  de Misericordia”, porque  es Ella  la  que nos  ayuda  a  regresar  al camino de Dios.   Y  como cada  hijo llama  de  distinta  forma  a la  Madre,  la  han  llamado también la  “Virgen Milagrosa”,   o como en la actualidad le  dicen: “Virgen de la Esperanza”,  porque  siempre  la  ven de  verde.

El color  verde  es identificado  con la virtud   teologal de la  esperanza, y con el ancla. Esta última  es  una  evolución de las que se podían ver  en las lapidas  de  las catacumbas  con el símbolo de la  cruz.  Así como la  Virgen de los Dolores del Cerro, representa  el momento en que  busca  al Hijo,  así también Ella  se  convierte  en la  esperanza  del cristiano. Pues  cada  vez  que  se  pierde  uno de  estos,  la Madre  sale  en su  ayuda  para  iluminar  su camino como  faro, en medio de  tinieblas.

En 1707, ya  poseía  cofradía,  y en 1710  tuvieron que  agrandar  su capilla.  Estos  datos  no serían  posibles  si no hubiese  existido una  devoción profunda  a la Virgen del Niño perdido  y hallado en el Templo.  Por  eso  el padre Eloso  se  encarga de proteger  las pertenencias  de  Nuestra Señora, en la  ya arruinada  ciudad. Apenas  habían pasado 72 años  y la  imagen era  tan importante, que  no podía  quedarse  en la  ciudad.


Ninguna  imagen puede  sobrevivir  tanto tiempo, si no  son los  fieles  los  que  se  encargan de   recordar  lo que  representa.  Pues  aunque  Dios  se  revela de  formas  misteriosas, todas  estas  obras  de  arte  necesitan de  cuidados. Ya  en la  arruinada  ciudad, la imagen había  mostrado señales prodigiosas, que  buscaban el arrepentimiento y cambio de  vida  de los  cristianos:  señal  que  era la  misma  Madre  de Dios, que  a  través  de  su imagen;  movía los  corazones.

Es  cada  14  de  enero, fiesta  antigua  que celebraban al  Niño perdido  y hallado en el templo, tal y como se  observa  en la  pintura  de la  Catedral Basilical de Santiago en Guatemala.   Ese  pasaje de San Lucas  conlleva muchas  enseñanzas  para  los  cristianos  de  hoy en día. Por  ello la  imagen de  la Virgen de los Dolores  del Cerro,  aún sigue  manteniendo su enseñanza  y una  invitación profunda  a  reencontrarnos con María, para  que Ella  nos lleve  a Cristo. 

Así pues la  imagen muestra  con su chispa el  milagro de  su revelación, pero  también la  gloria  que podemos  llegar  a obtener  si no nos  alejamos  de la Madre. Ella  como lo dice su puñal  “IMR”  es  la Inmaculada,  la llena de  gracia.  Es  también María  la  reina y como tal es  coronada  por  doce  estrellas  como se  observa  en el capítulo 12  de  Apocalipsis.  

Poseía  muchos objetos, propios  de  la  gran veneración que  tenía.  Lastimosamente  con el terremoto de  1773 perdió algunos  que  se  quedaron en la arruinada  ciudad.  Llegando a  Candelaria fue puesta  en el altar  mayor, al sonido de las  campanas; que  inmortalizaban con su toque  fastuoso la  venida  de la  gran Señora.  Si  no fuese  por esa  devoción, probablemente  no se sabría mucho de la llegada  del Nazareno.

La  Santa Imagen tenía  su propia  capilla, pero con la  ampliación de  la calle, perdió su espacio.  También abandonada en importancia le  fueron eliminando  sus  atributos para  dárselos  a  otra imagen más  grande (como sí un suéter  “S” le pudiese  quedar a  alguien que  usa “XL”). Afortunadamente  algún devoto  le  regaló un bello  septenario, que  estuvo usando en la  mayoría  de  su  procesiones.

La  fiesta  en la  actualidad  puede  ser  recordada  cuando es  leído el  Evangelio de San Lucas  en dicho pasaje  del Niño  perdido,  o bien el 15  de  septiembre,  día  de  los  dolores  de la Madre.  Aunque  sus  devotos  puedan seguir  rezando cada  14 de  mes  o 14  de  enero  como fiesta  principal.  Y  como cada  cuaresma  tiene  7 sábados,  el tercero le  correspondería  a Ella, por  ser  el “tercer  dolor”.  En la  actualidad  sale  cada  cuarto sábado  en un recorrido  penitencial recordando los  dolores  de la  Virgen. 

Vestida  con  tunicela  blanca  y manto verde, con mantilla de  encajes y en sobrio catafalco.  Acompañada  por  un Niño Nazareno, como sí la Virgen al  perder  a Jesús,  tuviera  el  presentimiento de  lo que  le  fuera  a pasar  de  grande.  Contempla  la Santa Señora  el misterio de la Redención, como a  su hijo,  muere  en una  cruz.  Para  cualquier  madre, su  hijo es  su bebe, aquel que  lo tuvo en  brazos.  Pues  de la misma  manera la Virgen ve a este hombre  grande,  con su cruz, como si fuese  su  niño.  Y como aparece  en la película  de “la pasión de Cristo”  de Mel Gibson, corre  a  sus  pies,  sin poder  hacer nada, más  que  acompañarlo.


Ella  la  que  es  Madre,  no puede hacer  nada  por  el que  fue  su  niño. Observa  como es  asesinado,  y como valiente  soldado corre  a  su lado, para  estar  siempre  al pie  de  la  cruz.  María  medita  todo  esto en su corazón,  y con sus  manos  maternales  nos lleva  a  Cristo,  que pende  de la  cruz, para  que  como el discípulo amado,  recibamos  de Jesús  el perdón, su cuerpo y nos  quedemos  junto a Ella, hasta  el día  en que volvamos  a estar  en el Cielo.